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domingo, 22 de diciembre de 2013

ATENEO VARILLAS

                                                                                           Monumento a Durruti

Salgo de Madrid por Chamartín, desde donde se ven las cuatro torres rascacielos en que quedó la ciudad más paleta de Europa, que es para lo que ha dado la ingente malversación de dinero público, la rancia especulación de los constructores, urbanizadores de paisajes, esa que soñaba con su ombligo y con unos juegos olímpicos, esa del Manzanares, esa de la gigantesca bandera de la plaza de Colón y la ciudad de la alcaldesa, esa que habla inglés, la de Eurovegas. Salgo de Madrid por Chamartín y viajo hacia León, yo solo, en un tren que sale puntual y que se lleva al padre de una señorita que buscando una última palabra para su hija, se sube al vagón en el momento en el que cierran puertas
-No me lo puedo creer, Papá, no me lo puedo creer.
Pues si, el buen señor tuvo hora y media más para despedirse de su hija y claro, pagar el billete hasta Valladolid y el de vuelta a Madrid. El paisaje de Valladolid empieza cuando sales del túnel que atraviesa la sierra del Guadarrama,  pero no es hasta que llegan las nieblas del Pisuerga y del Esgueva cuando ves el frío. En el camino hasta León el frío se vuelve material como los recuerdos y los recuerdos siempre son familiares, primero uno se suelta con el paisaje y después llegan caminando los recuerdos como niños sin escuela. Es la primera vez que voy a León sin que el objetivo principal sea ver a la familia, las vacaciones, esta vez el motivo es presentar Nómadas en una ciudad en la que fui feliz, tanto como cualquiera de vosotros pueda serlo y que también me hizo sufrir. Cuando voy a Madrid voy al Museo del Prado y cuando voy a León me acerco a ver la Catedral, con esas dos referencias partes el tiempo, igual que un padre parte pan entre sus hijos para que todos tengan y todos se queden con algo de hambre. En León no hay línea de alta velocidad, hay plazas, rotondas, el río Bernesga y el Torío, dos cárceles, una de ellas vieja, un monumento a Durruti,  El Corte Inglés, la Plaza Mayor y la Catedral, lo demás es para expertos, políticos, jubilados, pensionistas, escritores que como yo ahora, siempre vuelven para darse cuenta que con el tiempo la ciudad gana y tu pierdes, esa ciudad que quisieron y odiaron, que perdonaron, te gana la cara, las arrugas y la vida, funcionarios sin graduación, jóvenes estudiantes.
En León se proyectó que el AVE llegara en 2009 y se dieron prisa en montar una sala de espera provisional, cerrar la vieja estación del Norte y en los despachos de arquitectos empezaron a frotarse las manos con los nuevos terrenos, con el pasto de jardines bien diseñados, rotondas, pisos y más pisos, esculturas, fuentes, hoteles. Pero pasó el cuento de la lechera y el 2009, el 10, el 11, el 12 y ahora el 2013 y la estación provisional ya parece definitiva, la vieja ha quedado hundida, oscura, apartada, arrinconada sin uso y sin saber que hacer con ella y no solo eso, parece que las vías terminan en León, como si más allá no hubiera nada. Ahora resulta que para seguir viaje a Galicia o Asturias cada tren desanda dieciocho kilómetros para enlazar las vías viejas y seguir un camino de nieblas. En esa estación nueva me esperaba Ramiro Pinto, con su jersey rosa y una nariz de payaso en el bolsillo del pantalón, siempre me saluda desde lejos y siempre está disponible, es el único activista que queda en León, fue de los que se subió a los tejados cuando el pantano se quería tragar las casas de Riaño, y ha perdido todas las batallas, una a una, pero ahí sigue, con Yolanda su mujer y su grupo de teatro, sus cinco hijos, con más de veinte libros publicados (el que ahora ha terminado tiene dos mil páginas) y además de todo esto sigue incorruptible, enterrando ofertas, ofrecimientos y amenazas  de todos esos políticos que han arruinado las arcas municipales de la ciudad. Y es en su casa donde me invita a comer un buen pollo de corral y duermo la siesta y es en el Ateneo Varillas donde esta tarde después de visitar el monumento a Durruti y un par de librerías, presento el libro.



El Ateneo Varillas ocupa la segunda planta de un edificio en la calle Varillas del barrio Húmedo, no hace mucho que  se formó y es una disgregación del antiguo CECAN, aquel lugar en el que yo también acompañé a Ramiro (años ochenta) en la presentación de la revista Al margen, y que celebró todo tipo de conciertos, fiestas, recitales y actos culturales hasta hoy, hasta que el Ayuntamiento lo clausuró y punto.

Para este momento han venido de Oviedo María y Pedro mis amigos del verano, de la bodega, del Café Diario de Lulú, mis hermanos, cuñadas, amigos, amigos viejos de los que no tenía noticia y también Santos Perandones con su cámara de fotos, un tipo del que solo tenía referencias por Internet, que acaba de publicar libro (por el método crowdfunding) compartido junto con Felipe Zapico y que vive entre imágenes e ideas, de su mano iba el director de Mondo Sonoro de la zona noroeste, hoy viernes también presentaban la revista en León. Ese es el paisaje,  al fondo del salón hay una mesa ovalada y un micrófono, abren botellas de vino y me invitan. El último en llegar es Luis Artigue y lo hace como si le persiguiera una manada de lobos, ha subido las escaleras de dos en dos y aunque ya ha llegado parece que sigue subiendo escaleras
-Si, un vaso de agua por favor
-¿Solo agua?
-Y un té -dice Luis-
Ramiro comienza a hablar, a presentar y a divagar, va y viene como en una atracción de feria y se me va el santo al cielo, miro a la gente y me veo sentado entre el público, distraído. Vuelvo en si con los aplausos. Al poeta Felipe J. Piñeiro tampoco le conozco personalmente, es un tipo grande como un oso con los brazos tatuados, que dice dos cosas que a mi me gustan: La primera es que considera el prólogo como un relato más del libro (y tiene razón) y la segunda que “Nómadas es como el tajine, un plato en el que cada bocado sabe de forma diferente”, con eso me sobra y me basta para describir el libro. Luis Artigue que ya se ha sentado y bebe té, empieza a explicar su relato, desenmaraña la idea y la estructura, de cómo dos personas terminan de conocerse o de chocar en la tensión que genera un viaje. Luis es un tipo contradictorio que parece que te va a comer pero que todo queda en apariencia, es excesivo, imprevisible, neurótico, es todo o es parte de lo que hace falta para ser poeta y novelista; este año dos mil trece ha sido dulce con él, dulce y contradictorio, ya que en León siempre vives alumbrado por la luz y el oscurantismo y solamente el tiempo y la paciencia hacen que los seres luminosos terminen volviéndose transparentes cuando llega la oscuridad. No obstante a pesar del té y de todo lo que habla y de todo lo que cuenta, Luis parece que tenga prisa por terminar o por llegar a un lugar en el que no está y Elías Gorostiaga solo puede contener ese barril de pólvora, contando lo que ha sucedido para que Nómadas esté en las librerías, toda la suerte de dar con la gente adecuada en el momento oportuno. Todo lo demás fueron adornos y agradecimientos que no hace falta transcribir.  Lo último del día fue el camino de vuelta cruzando el puente de los leones en busca del tren nocturno a Barcelona, ayudado por Ramiro que nunca me ha dejado solo.


María Alvarez Bouzo

5 comentarios:

  1. Bueno Elías, ahora ya si me conoces, gracias por Nómadas, por tu invitación y confianza, por tu presencia, más que grata, felices fiestas y un gran abrazo.

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  2. Un fuerte abrazo Felipe y hasta la próxima. Espero que no tarde mucho.

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  3. Cuando ayer accedí, por casualidad, a este blog, me sorprendió ver quién estaba detrás del mismo. Y me alegró.. comprobar que sigues en el camino. Mucha suerte con 'Nómadas', por lo que he visto es un gran trabajo. Lo leeré. Un abrazo.

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  4. Cuando ayer accedí, por casualidad, a este blog, me sorprendió ver quién estaba detrás del mismo. Y me alegró.. comprobar que sigues en el camino. Mucha suerte con 'Nómadas', por lo que he visto es un gran trabajo. Lo leeré. Un abrazo.

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  5. Que alegria Cristina, ya ves como van las cosas y sigo con mis dos novelas y los libros de poesia, todavia tengo las correcciones que me hiciste de uno de ellos, no se me olvida. Un beso y un fuerte abrazo.

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